
Cerré la ventana y quise seguir durmiendo. Un mosco se acercaba temerario hasta mi nariz. Encendí la luz muy a la fuerza, pero determinado a acabar con el intruso. Después fue una lagartija, de las besuconas. Del otro lado, el conductor de un auto no miró a tiempo el tope y terminó por hacer un escándalo al volárselo. Y a lo lejos, el maullido de los gatos, ladrido de perros y hasta algún desvelado escuchando corridos peronés. Definitivamente tenía insomnio. Un vaso con agua. Contar hasta cien. Música suave, un poco de jazz, siento comezón en la espalda, luego en una pierna. Tengo calor y me quito la camiseta. Una vuelta, dos, me revuelco. Mis ojos no se cierran. Ya no escucho ruidos, sólo mi corazón, mi respiración. Por mi mente cruzan imágenes de soledad, como pinturas de Remedios Varo, siempre me provocan soledad. Entonces recuerdo lo solo que estoy; hace tiempo que no viene nadie a visitarme. Me he vuelto un tipo demasiado serio, distraído, ensimismado, retraído. Ya no siento ganas de platicar con nadie, me aburro. Me viene un tedio tremendo de estar escuchando a las personas... Nadie dice algo nuevo o por lo menos interesante. Vivo sumergido en un clima de mediocridad donde me hundo sin opciones. Nada va a cambiar porque ya nada importa. Pensé que era una racha de mala suerte, pero ya han pasado 12 años. Hace tiempo que no me apasiono, quizá ya no vuelva ese sentimiento. No conozco una mujer que me guste suficiente como para sonreír. Y yo, aunque pudiera gustarle a alguien, mi carácter ha sido pasado por limón y cada día más agrio. En seguida me desprecian, me ignoran. Tal vez estoy más encorvado; siempre tuve mala postura, pero los años han hecho lo suyo. ¿Qué pasaría si en esta oscuridad, en este silencio, en esta soledad, muriera? Absolutamente nada. Pienso que alguien lo notaría sólo por el olor a carne descompuesta. Aún así, evitarían notar mi ausencia, lo sé.
Nunca salí del país. No viajé suficiente. De joven me gustaba salir a cualquier ciudad. Los viajes ilustran, decía mi padre. Se terminó mi juventud y con ella, mis ánimos. La única vez que amé, me comporté como un tonto y dejé que ella se fuera. No hice nada por alcanzarla. Después de eso, mi vida se fue apagando. No tuve hijos, abandoné a mis padres. Siempre dije que mi trabajo me mantenía ocupado en esta ciudad, aunque la realidad es que me daba mucha vergüenza que conocieran mi miseria. Creo que hasta mi madre se olvidó de mí. El día que terminé mis estudios en el instituto, junto a mis compañeros de clase, me sentía en la cima del mundo, con todo lo necesario para conquistar el reino. La suerte nunca me miró. Las puertas se fueron cerrando poco a poco, hasta que terminé aquí, en este cuarto rentado, perdido, habitando con personas desconocidas, indiferentes, miserables como yo. Ni siquiera he sido capaz de hacerme de un televisor, a veces, ni siquiera tengo comida. Las pocas cosas que hay aquí, ya estaban cuando llegué. Me quedé sin amigos y sin nada. Incluso ahora que estoy en esta oscuridad, siento que también pierdo el aliento. Si muriera, nadie lo notaría. En realidad, hace tiempo que estoy muerto.