mayo 22, 2013


Me gusta recibir al primer aguacero de la temporada. Hoy nos encontramos justo al salir de mi casa, sentí que me dio un "buenas tardes" y me acompañó por Teresa. La lluvia me empujó junto con decenas de personas hacia la entrada de la estación del metro. Además del sobresalto, la angustia y la brisa, se percibía un aroma a perro mojado. Nadie esperaba la tormenta. Pero mis ojos buscaban a Teresa. A veces encontraba su cabello, pero no su rostro; otras veces topaba con sus caderas, pero no con su cintura. Al fin, después de una hora de observar la caída de la lluvia, aparece ante mí con su sonrisa tierna. Viene hacia mí y siento latir más aprisa mi corazón. Lleno mis brazos con su presencia, impregno mi cuerpo con su aroma, cierro los ojos para dejar a mi piel que sienta más todavía. Teresa tiene mi vida en sus ojos. Es exactamente la gobernadora de mi destino, ella es mi destino, mi luz mi camino.

Teresa me recibe en su pecho y me hace notar que es real, que está aquí después de tantas noches, de tantos kilómetros y de tantos malos entendidos. De camino a mi casa, la lluvia continúa junto a nosotros y nos escolta hasta el portal donde intentamos cubrirnos la cabeza con mi camisa. Lo hago por ella, porque lo que es a mí, nada me impide disfrutar de este hermoso momento en el que soy completamente feliz. Seguramente a esto de refieren los poetas cuando hablan del amor.

La lluvia es la mejor música esta noche para disfrutar su presencia, de Teresa, de mi Teresa. Luego con los años, uno desea no pasar más noches solitarias.
No More Lonely Nights