junio 22, 2009

Kristos, Poncho Maya y José Manuel Aguilera

me dieron la bienvenida a la vida nocturna de Cuernavaca. Una lágrima nació en mi espíritu cuando el vocalista de La Barranca inició los acordes del Estallido Interno. "Todos los amantes se besaron en mi alma/todos los ladrones son igual que yo/y en un abrazo acaricié todas las horas de tu vida...". Entonces ya no era una lágrima sino una inmensidad. Mi corazón se contrajo exprimiéndose cada perla de amor en un estallido interno. "Cabalgata de las cosas sobre mí/cabalgata, estallido interno...". Poncho Maya es un buen trovador que expira nobleza, que aspira tranquilidad. Rolas urbanas llenas de risa y tierna reflexión. Luego vino Kristos que con su estilo cómico-músical, me transportó a un escenario de batallas, de vaqueros, de bohemios, de prostitutas, de forajidos, payasos, batman y un cerdo. Me quedo con la energía que contagia. Pero yo iba para escuchar a José Manuel Aguilera. Su ser oscuro iluminó una sala del Jardín Borda armando canciones como si fuera un pintor colocando las capas de su obra. "Siento en la cabeza la velocidad de un mundo/el ansia de una ráfaga centrífuga/siento que todos los países giran ya dentro de mí/los astros se amontonan en mi cráneo...".

Afuera llovía con fuerza y la temperatura bajaba, aunque dentro del auditorio sólo lo pensaba entre rola y rola. Las calles húmedas, el olor a tierra mojada, las luces en las calles recién remodeladas... Me sentía flotando, pensando en lo maravilloso que me resulta estar vivo y la fortuna de estar en los lugares correctos.

Vivo en Cuernavaca y me gusta. Esta condición mía de ser tan sensible al entorno, los sonidos, las voces, el roce de las pieles, los pensamientos de la gente, las gesticulaciones, las miradas, de cuando se aprieta el paso, el sudor, el viento en el cabello, los audífonos; bueno, pues esta condición mía no es todo el tiempo, cuando duermo descanso.

Venía de cenar unos tacos cuando apareció frente a mí el mismísimo maestro José Manuel Aguilera. Venía envuelto en un manto negro, su cabello aún temblaba por el viento "Cabalgata de las cosas sobre mí/cabalgata, estallido interno...". Me acerqué y tomé su mano, hice una reverencia y agradecí su arte. Su poesía que tanto me conforta y ahora, esa mirada profunda y humilde. Así, se elevó hacia la Luna perdiéndose entre la neblina y dejando en mí, un sabor exquisito de su música y una marca en mi cuello. "Y no estar parado ni acostado y no andar de pie/no estar ni despierto ni soñando/y resolver esta ecuación de la ansiedad inmensa/poder sentirlo todo en todas partes/Cabalgata de las cosas sobre mí/cabalgata, estallido interno/cabalgata de las cosas sobre mí/cabalgata, estallido interno...".

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