octubre 25, 2009

Hecho en México por... (Adán, un Golem)


Hacia el norte había nubes oscuras que presagiaban el olor a tierra mojada. En Cuernavaca, donde vivía en ese tiempo, la pimavera era sensiblemente más calurosa. Un día, vino un amiga de Zihuatanejo y agradeció la frescura reinante. Así, dejé de sentir calor. Incluso, me propuse exagerar el frío en mi discurso. Otro día, fui al Distrito Federal y no sentí frío, rompí la piñata y gané muchos dulces. ¿Por qué en D.F. ponen dulces en la piñata?

Los focos se apagaron. La estufa no enciende sin cerillos y el café frío es ficticio. Tengo apenas unos minutos antes que se termine de descargar la batería del módem y la de la computadora. (Ladelá, suena bien. Ojalá existiera esa palabra en un idioma de enamorados). Los relámpagos suenan como si esta ocasión de verdad bajaran los cuatro jinetes del apocalipsis, las mareas sobresaltaran las sierras madres, la influenza fuera acarreada por los mosquitos o como si yo no hubiera reenviado una cadena fundamentalista por correo electrónico.

Bajé y revisé los fusibles. Miré por la ventana y no sólo era mi casa sin luz. Toqué la puerta de mi primo que vivía al lado. Esperamos en la calle a que "alguien" arreglara el problema de la falta de luz. Después de media hora, nos acercamos al vecino de enfrente, que tiene un negocio de hamburguesas al carbón. Su angustia radicaba en que si la gente que pasa cada noche por aquí no miraba luz, entonces sus 30 porciones de carne para hamburguesa no lograrían llegar a convertirse en los 900 pesos que esperaba.

A un costado, hay una tienda de abarrotes. Un refrigerador en el interior se derretía sin que la Compañía de Luz Sin Fuerza Del Centro reaccionara desde donde quiera que estuviera su poder de acción. La crema y el queso de los chilaquiles del domingo no podrían llegar a constituirse en sabrosos bocados mañaneros de una famlia entera. En la cuadra, unos cuantos tenían velas de cera, ninguno energía eléctrica.

El domingo nadie en nuestra colonia pudo mirar el partido en que el América acababa con las aspiraciones de las Chivas (¿Cómo puede un equipo de cualquier cosa denominarse y entenderse como "chivas"?). En el coche de mi primo, escuchamos cómo un defensa central aplicaba un sendo cabezazo en el área chica para deja in oportunidad al arquero de Guadalajara. Luego, seguíamos sin luz y quedamos para presentarnos a la mañana siguiente en la presidencia municipal de Cuernavaca para pedir una explicación, aunque más que eso, queríamos de nuevo la energía eléctrica.

El lunes, aún no abrían las puertas del ayuntamiento. Nos cooperamos para comprar tamales y atoles para las seis personas que decidimos levantarnos y caminar. A las nueve en punto, un policía abrió las puertas y nos dijo que esperáramos, claro.

Pasaron cuatro horas desde que salimos del ayuntamiento para poder nuevamente refrigerar nuestra resistencia. Esta ocasión, sirvió al menos para conocernos con los vecinos y saber que tenemos problemas en común. La próxima, no sabemos para qué servirá.

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